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    1987: Audie Norris

    Es el extranjero que más ha gustado a la afición barcelonista que todavía le recuerda

     

    Audie Norris mantuvo con Fernando Martín uno de los duelos más duros del baloncesto del momento

    Es el jugador extranjero que más huella ha dejado en el barcelonismo. El nombre de Audie Norris estará siempre ligado al Barça aunque no fueran muchas las temporadas (desde 1987 a 1993). Su carisma ha quedado por encima de las tres Ligas y las dos Copa que ganó vistiendo de azulgrana. Sus duelos con Fernando Martín y su presencia en los partidos de la Final Four de París (1991) a pesar de estar lesionado se mantienen en la retina de los aficionados y reflejan la personalidad de un jugador que llegó a principio de la temporada 1987-88 con luces y sombras. Las luces se centraban en su indiscutible calidad. Pívot de 2,06 metros y 115 kg., había nacido en Jackson (Mississippi) el 18 de diciembre de 1960 y se había formado en la Universidad de Jackson State. Fue elegido por Portland Trail Brazers (número 37 del draft de 1982), equipo con el que jugó un total de 207 partidos (2.799 minutos) con un balance de 899 puntos y 647 rebotes y coincidiendo con estrellas como Jerome Kersey o Clyde Drexler. Después dio el salto al baloncesto europeo, jugando en el Benetton Treviso. Las sombras estaban en la fragilidad de sus rodillas, que le impidieron mantener el ritmo de partidos de la NBA y también sembraron dudas en el equipo italiano. No las tuvo el Barça que, haciendo caso de la recomendación de Aíto, le firmó un contrato por dos temporadas y le convirtió en el hombre clave del proyecto. Su llegada no fue fácil. En la primavera de 1986, el Real Madrid quería contratarle y la posibilidad de vivir en una gran ciudad como Madrid era también algo excitante para el matrimonio Norris, que muy pronto iba a tener su primer hijo. Raimundo Saporta contactó con Norris con la aprobación del presidente Ramón Mendoza. Audie llegó a viajar a Madrid junto con su agente, Warren Legarie y conoció a Mendoza y también a jugadores como los hermanos Martín, Fernando Romay o José Luis Llorente. Mendoza tomó el mando de las operaciones y el fichaje se estancó. El Benetton pretendía renovarle por 175.000 dólares y el equipo blanco quería rebajar esa cantidad a cambio de una serie de primas. Las conversaciones se rompieron y el contrato que debía unir la trayectoria del Real Madrid y de Audie Norris jamás se firmó. ¿Diferencias insalvables? 10.000 dólares tuvieron la culpa. En su lugar llegaron Brad Branson y Larry Spriggs. Audie regresó a Italia. Su primer hijo, Sandro, nació allí y Audie completó otro gran año, siendo nombrado el mejor extranjero de la Liga transalpina. El equipo se mantuvo sin problemas en la serie A-1 A la conclusión de su segunda temporada, Norris se fue de vacaciones sin saber dónde jugaría la siguiente campaña. Finalmente, Warren Legarie, le llamó por teléfono. Su agente manejaba muchas ofertas, dos de ellas especialmente atractivas: Bolonia y Barcelona. El Barça ganó gran la batalla del verano de 1987. Pagó un indemnización a su club, le firmó con contrato por dos temporadas -luego renovado en 1989- y se lo llevó al Palau. Norris se aclimató rápido a la vida barcelonesa. Explicó Epi años después que durante uno de los primeros días de Audie en Barcelona, decidieron llevarlo después de un entrenamiento a una prestigiosa marisqueria de la ciudad.

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    Audie Norris con la camiseta azulgrana en su primera temporada en el Barça

    Ese día, Audie empezó a ganarse el respeto de sus nuevos compañeros al pedir un champán para acompañar al marisco y no se quejó -como hicieron otros de sus compatriotas- que le sirvieran las gambas con la cabeza. También en la pista convenció rápido. En uno de los primeros entrenamientos recibió un pase a la altura del tiro libre, fintó y entró a canasta por el lado derecho, con una velocidad, una elasticidad y una potencia que dejaron boquiabierto a Andrés Jiménez, su marcador en aquel momento.

    Ya en competición oficial el Barcelona empezaba a dar, en muy poco tiempo, la sensación de equipo redondo. Nacho Solozábal, el capitán, “el mejor base del mundo”, en palabras de Norris, ponía la inteligencia, Epi y Sibilio, mortíferos desde el perímetro, eran desesperantes para cualquier defensa y Jiménez y Norris le daban un equilibrio y una velocidad difíciles de igualar para el resto.
    Los enfrentamientos entre Audie Norris y Fernando Martín pasaron a la historia de la ACB. El ’14’ del Barça, casi siempre con la camiseta grana debajo, cortado por las mangas y los calentadores bajo el pantalón, frente al 10 del Real Madrid, sin camiseta, sin calentadores, exhibiendo con descaro su potencia, mantuvieron duelos muy físicos, con constantes empujones, siempre al borde de la falta. Pero los árbitros, en general, les dejaban hacer. ¿También disfrutaban de la función? Posiblemente. Y posiblemente también les permitían algunas cosas más que al resto. Unas veces ganaba uno y otras veces el otro. Cuando Fernando Martín murió en accidente de tráfico en Madrid, el día 3 de diciembre de 1989, Audie se disponía a jugar un partido de Liga en el Palau y en el momento en que le dieron la noticia, rompió a llorar como un niño. La imagen de Audie abrazado a la madre de Fernando, al día siguiente, en su funeral, fue de las que sobrecogen el corazón de cualquiera. La batalla había terminado.

    Fue un pívot determinante a pesar de los problemas físicos que le impidietron dar el rendimiento del que era capaz

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    1987: Audie Norris

    Es el extranjero que más ha gustado a la afición barcelonista que todavía le recuerda

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    Audie Norris fue entrenador del Sevilla después de dejar el baloncesto como jugador

    Fuerte, imparable jugando de espaldas a aro y genial en ocasiones, se ganó al barcelonismo a pesar de que tres artroscopias en otras tantas temporadas dejaron claro que sus rodillas no estaban para muchas alegrías. Pero fue clave en los títulos en los panteamientos de Aíto y el Barça le renovó el contrato en 1989 por otras dos temporadas a razón de 400.000 dólares por cada una de ellas. Denominado ‘Atomic Dog’ -apodo que le puso su compañero Mychal Thompson por su contundencia a la hora de machacar el aro, Norris se quedó con el sabor amargo de no haber podido ganar la máxima competición europea. Munich’1989, Zaragoza’1990 y París’1991 fueron malo recuerdos para él y para el barcelonismo. A pesar de retirarse sin ese galardon, Norris es recordado con admiración por todos. “Un tipo ejemplar que era capaz de no recibir un balón en doce ataques y bajar a defender las doce veces sin hacer ni el más mínimo gesto. Algo difícil de encontrar en una gran figura”, destaca Epi, mientras que Solozábal recuerda que “Audie sacaba la pelota fuera para que Sibilio, Epi o yo mismo tiráramos desde el perímetro si recibía un dos contra uno”. Audie nunca estaba preocupado por sus estadísticas. De haberlo estado, hubiera podido multiplicar por dos su cifra de poco más de 14 puntos por partido. Sí que lo estaba, sin embargo, por los jóvenes del equipo. Tenía claro que eran el futuro del club y trataba de cuidarles. Su implicación con el Barcelona en particular le llevó a estar siempre muy pendiente de Roger Esteller, de José Luis Galilea, o de cualquiera de los jóvenes que estuviera en el mismo. Quería saber si necesitaban algo, si habían cobrado o no, o si tenían todo el material necesario. Esteller nunca olvidará su debut con el primer equipo en pretemporada. Tenía 17 años y, como su inseparable Galis, solían ir a correr a la Carretera de las Aguas o a las pistas universitarias, pero había un problema: no tenían aún edad para sacarse el carnet de conducir y, por lo tanto, no tenían coche. A las puertas del Palau, aguardaban a que algún compañero les acercara. Audie salió conduciendo su flamante Audi 90, bajó la ventanilla y les miró muy serio, como desafiante. Al cabo de unos interminables segundos, sonrió y les invitó a subir. A partir de ese momento, Roger fue consciente de su fortuna: “hablábamos con los juniors de otros equipos y les hacían cosas terribles. Galis, Lisard y yo tuvimos una gran suerte. En el equipo había gente como Norris, pero también como Epi, Solozábal o Piculín Ortiz, que eran grandes personas. No nos dejaban pagar nada nunca”
    Una de las facetas menos conocidas de Audie eran sus manías y supersticiones, muy extendidas en aquella época y que han ido heredando las generaciones posteriores: “Cuando jugaba un buen partido, procuraba repetir todo lo que había hecho esa semana escrupulosamente. Por ejemplo, ponía primero mi pie derecho nada más levantarme de la cama, antes que el izquierdo. También solía comer exactamente lo mismo y en el mismo orden. Por último, en el vestuario era muy importante ponerse primero el calcetín derecho antes que el izquierdo”.
    Norris sigue vinculado a Barcelona, en donde pasa largas temporadas, pero un momento especial fue cuando regresó como técnico del Sevilla en partido de la ACB. “Un día especial para mí -dijo- porque hubo sentimientos encontrados. Recordé una etapa muy especial, donde se hizo un buen trabajo, y al mismo tiempo, quise llevarme la victoria con el Sevilla”.

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